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Palabras Mayores. «Carnaval»

abril 28, 2010

 

Asamblea portátil (Editorial Casatomada, 2009) es un libro lleno de sorpresas e historias extraordinarias que se conectan fácilmente con nuestras vivencias y emociones. Una de estas historias es “Carnaval”, de la escritora uruguaya Fernanda Trias, un relato tierno e inteligente que estamos seguros te encantará.

Por Fernanda Trías

A mi hermano le asustan los cabezudos. Yo trato de explicarle que son sólo hombres disfrazados, pero él no me cree o no me quiere escuchar. “Son sólo hom…”, empiezo a decir, pero él ya está llorando y tapándose los oídos. A mí me gusta el carnaval, sobre todo por el papel picado. Mi abuela siempre me compra una bolsa grande y yo meto el brazo adentro, porque es suave y no pesa nada. Los pomos no me gustan. La abuela dice que no es bueno mojar a la gente en la calle, dice que hay mucho loco suelto y que alguno puede salirte con un domingo siete. A mi hermano, en cambio, le gustan las bombas de agua. Las hace tan grandes que a veces le explotan en la mano y se moja todo. Igual, él no es valiente. Tira las bombas por el balcón y después se esconde, por miedo al domingo siete. A veces la gente nos toca el timbre, tocan varios timbrazos porque lo vieron y saben que fue él, pero en casa nadie responde y al final la gente se cansa de tocar.

A mí no me gusta mojarme. No me gusta que el vestido se me pegue a las piernas y se estire tanto que después quede todo deformado y haya que regalárselo a los pobres. Mi hermano tiene prohibido mojarme; sabe que no me gusta, y que si lo hace lo agarro de los pelos. «Mirá que te agarro de los pelos», le digo, y él no se anima. Además, hoy me puse las sandalias nuevas que me regaló la abuela. Son de una marca que ahora no me acuerdo, pero todo el mundo dice que si usás esa marca nunca te duelen los pies. A mí me parecen lindísimas, son blancas y tienen unos agujeritos en la punta. Por eso no quiero que me las mojen, porque el agua se cuela por los agujeritos y se te mojan los escarpines, y después también se te mojan los pies.

A mi madre le dan miedo las caretas. Cuando estamos en casa con las caretas puestas nos dice que nos saquemos eso. “¡Sáquense esas caretas, me hacen el favor!”, grita. Como mi hermano, ella tampoco se da cuenta de que somos nosotros disfrazados. Por suerte papá nos defiende. Dice: “Dejalos, Norma, dejá quietos a los chiquilines. ¿No ves que es carnaval?”. Norma es mi madre, pero el nombre completo es Norma Sofía. “Me impresionan horrible”, dice ella, pero al final nos deja. Para mí las caretas son lindas; yo tengo una de la Mujer Maravilla y mi hermano una del Hombre Araña. Lo que tienen las caretas es que después de un rato ya están mojadas por dentro; se mojan al hablar y con la respiración, porque no tienen boca ni nariz. Ojos sí tienen, y hasta puedo sacar las pestañas por los agujeros para que parezcan más reales. Yo no entiendo por qué no les hacen una rendijita en la boca. ¿Qué les cuesta? Pero todas son así…

A veces mi abuela Gloria, la madre de mi padre, dice que mamá tiene un corso a contramano. A papá no le gusta que la abuela diga eso y la hace callar: “Mamá, ya hablamos, ¿no? ¿Qué te dije yo?”. La abuela se calla, pero hace una mueca fea, aprieta los labios y hace girar los ojos hasta que le quedan en blanco. Yo sé que no conviene hacer eso porque si te soplan los ojos justo en ese momento, te podés quedar ciego. Una vez se lo dije, pero ella lo hace igual y parece muy fea. Bueno, está bien, a mí no me gusta mucho la abuela Gloria. Prefiero a la abuela Perla, que no se llama así, pero así le decimos y ni me acuerdo cómo se llama de verdad. La abuela Perla es la del papel picado, las sandalias nuevas y el domingo siete. También es la abuela de las croquetas, porque hace unas croquetas de carne que no puedo parar de comer aunque no tenga hambre y aunque después me duela la barriga. La abuela Gloria, en cambio, cuando hace regalos, no me gustan. Por ejemplo, el otro día me regaló una careta de Minnie. Minnie no está mal, me gusta, pero la careta era de cartón, y eso sí que no me gusta nada, porque las caretas de cartón se doblan y te hacen una cara rarísima. Así es siempre con la abuela Gloria, compra regalos, no pregunta nada, y después hay que agradecerle con un beso… aunque no te guste.

A veces mamá y papá salen sin nosotros. Nos dejan con la abuela Gloria o la abuela Perla, y a veces también con Blanca, la señora que limpia. Cuando salen solos, mamá demora mucho en aprontarse. Papá la espera mirando la tele y a veces se engancha con un programa y después no quiere salir. Mamá nunca se pinta, pero cuando salen solos, a veces se pinta. Se pone sombra, rimel, colorete y lápiz de labio rosado. Yo la miro mientras se pinta frente al espejo. A mí me gusta cómo le queda, pero a papá no, y a veces le dice que parece una mascarita y que así no salen. Mamá llora cuando pasa eso y después se encierra en el baño un rato largo, sin hablar ni bañarse ni nada, y aunque nosotros tengamos que hacer nuestras necesidades, ella no nos abre.

Una vez íbamos a tener un hermanito y a último momento él no quiso venir. En casa lo estábamos esperando con Blanca y mi otro hermano, el que se asusta de los cabezudos. Habíamos hecho un cartel con letras de colores que decía “Bienvenido” y lo habíamos colgado en el living con unos globos en las puntas. También había cantidad de regalos para el hermanito nuevo, regalos que le había mandado otra gente. Nosotros esperábamos con Blanca, porque mamá, papá y las abuelas habían ido al hospital a buscarlo y nosotros no cabíamos en el auto. Pero después papá volvió solo, sin mamá ni nadie; volvió enojado y arrancó el cartel, reventó los globos y dijo que el hermanito no venía nada y que limpiáramos todo. Blanca se agarró la cara con las dos manos y dijo “Ay, Jesús Santo”, y enseguida se paró y empezó a barrer los globos pinchados. Mi hermano, que en realidad se llama Jorge, se puso a llorar porque papá no le había dejado pinchar los globos, y eso es algo que a él le gusta mucho. Yo quería saber qué íbamos a hacer ahora con todos los regalos, si podíamos quedárnoslos nosotros, pero papá no me contestó y al ratito se fue.

Cuando mamá llegó del hospital, no dijo ni hola y se fue a acostar. Estuvo en la cama muchos días, llorando. Ahí es cuando empezó a llorar, porque antes no lloraba nunca. A veces decía “¿por qué se fue él y no yo?”, pero la verdad es que yo prefería que se hubiese ido él, porque yo a él no lo conocía y no me habría gustado nada que se fuera mi mamá. Al final no nos dejaron quedarnos con los regalos. Los metimos todos en una caja grande, algunos todavía sin abrir, y cuando le pregunté a papá qué iba a hacer con ellos, me dijo que de todos modos se los iba a mandar al hermanito. Yo no estuve muy de acuerdo, porque si él no quiso venir, ¿para qué le iban a dar regalos?

Hoy estoy contenta porque es el carnaval de niños en 18 de Julio. Estamos esperando que la abuela Perla nos pase a buscar; vamos a ir temprano porque ella no puede estar parada mucho tiempo y tenemos que reservar silla. Jorgito tiene el pomo lleno, pero de a poquito se está tomando toda el agua y seguro que al llegar al desfile va a tener que buscar una canilla. Espero que esta vez no llore cuando vengan los cabezudos. Él dice que no, que este año ya está grande y que no le asustan, pero yo no le creo y estoy segura de que va a llorar como siempre. Hoy no llevo la careta de la Mujer Maravilla; tengo miedo de que me la roben y además la abuela me prometió que me compraba una distinta. Estoy pensando cuál quiero, si la del Oso Yogui o la de Vilma Picapiedra, pero si no me gusta ninguna igual me compro otra de la Mujer Maravilla, porque no me molesta tener dos.

Mamá y papá no vienen al desfile. Mamá no se siente bien y está en la cama, y papá se fue ayer de noche a la casa de la abuela Gloria y todavía no volvió. Antes de irse, me dijo que podíamos usar las caretas adentro de la casa todo lo que quisiéramos. Yo le pregunté qué pasaba si mamá se enojaba y él dijo: “Nada. Si mamá se enoja, ustedes no le hacen caso”. Después levantó a Jorgito en brazos y le dijo: “Y este año usted no me llora con los cabezudos. ¿Prometido, campeón?”. Jorgito prometió. Pero eso está por verse…

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